Autor: Lujuria Narrada
Género: Relato erótico contemporáneo
Palabras clave: yoga, instructora, alumno, tensión sexual, sudor, gemidos
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🌅 Una tensión que se estira con cada postura
Luciana no era una instructora común. Su cuerpo parecía esculpido por los dioses hindúes, su voz podía calmar tormentas y su mirada firme te obligaba a alinearte, aunque el alma se estuviera desmoronando. No enseñaba solo yoga; impartía presencia, sensualidad, disciplina… y un deseo silencioso que flotaba en el ambiente con cada respiración profunda.
Joel lo notó desde su primera clase. No era el típico novato. Su cuerpo estaba tonificado por años de artes marciales, pero aún así, la elasticidad que exigía Luciana lo dejaba jadeando. Y no solo por el esfuerzo. Cada vez que Luciana pasaba cerca y corregía su postura, cuando sus dedos firmes deslizaban por su espalda o le empujaban ligeramente la cadera… algo crecía más allá de la tensión muscular.
Ella lo sabía. Sentía cómo él la miraba cuando creía que nadie lo notaba. Cómo se aferraba a cada una de sus palabras. Cómo su respiración cambiaba al estar cerca. Y Luciana, aunque profesional, no era de hielo. Su cuerpo también reaccionaba. En la postura del guerrero, podía ver el bulto entre sus pantalones. En la del perro boca abajo, sabía que sus glúteos lo volvían loco. Era un juego sin nombre, pero las reglas estaban claras.
🔥 El roce que lo encendió todo
Aquel viernes por la noche, la clase había sido más intensa. Luciana se movía con una energía extraña, como si estuviera probándolo. Le corrigió las posturas más veces que de costumbre, su voz era más baja, su contacto más prolongado.
Joel se quedó ayudando a guardar los mats. No era la primera vez, pero sí la más tensa. El silencio pesaba. El olor del incienso aún flotaba. Y las gotas de sudor bajaban por su cuello hasta el borde de su camiseta empapada.
—Siempre te veo tan concentrada… —dijo Joel mientras enrollaba una colchoneta— ¿nunca pierdes el foco?
Luciana sonrió sin volverse.
—Solo cuando alguien me lo hace perder —respondió.
El golpe fue directo al ego y al deseo. Cuando sus manos se rozaron al guardar una manta, una chispa invisible los conectó. Se miraron. Ya no había más yoga. Ya no había maestro ni alumno. Solo dos cuerpos que se sabían listos.
💋 El primer beso, el último control
Fue Joel quien dio el paso. Acercó su mano a su mejilla, rozándola con el dorso. Luciana no se movió. Cuando sus labios se tocaron, todo lo contenido en semanas de tensión explotó. El beso fue voraz, con lengua, con hambre. Él la sujetó de la cintura, ella lo empujó contra la pared. Se besaban como si el aire sobrara, como si las bocas fueran el único camino hacia el alma.
Luciana se deshizo de su camiseta. Debajo, no llevaba sujetador. Sus pezones estaban duros, palpitantes. Joel los lamió con devoción, mientras sus manos bajaban lentamente hasta su entrepierna. Ella jadeó contra su cuello.
—Aquí no… —susurró—. En la sala principal.
Y lo guió con una sonrisa peligrosa hasta la sala de yoga, donde el suelo acolchado, las luces tenues y los espejos creaban un escenario íntimo. Como si todo hubiese estado esperándolos.
💦 El cuerpo como templo del placer
Luciana se sentó en flor de loto y le pidió que se arrodillara frente a ella. Lentamente, lo desnudó. Su torso era fuerte, su abdomen marcado, su erección vibrante. Sin apuro, lo acarició, lo besó, lo saboreó. Joel temblaba, sus manos en su cabello, sus gemidos sordos, profundos.
Ella se acostó y abrió las piernas. Su humedad ya empapaba la tela. Joel le quitó las mallas con los dientes, bajando lentamente. La miró directo a los ojos antes de hundir la lengua en su centro. Luciana arqueó la espalda y se aferró al suelo. Su lengua era hábil, sus labios succionaban, sus dedos jugaban con ritmo preciso. La hizo venirse gemiendo su nombre, con un grito ahogado que rebotó en los espejos.
—Ahora… dentro de mí —ordenó ella, respirando con fuerza.
Él obedeció. Se puso un condón y la penetró con un solo movimiento profundo. Ambos gemieron. La sensación era intensa, completa. Comenzaron a moverse con ritmo, primero lento, después más rápido. Sus cuerpos chocaban con fuerza, el sudor se mezclaba, los jadeos eran himnos del deseo.
🔁 Una sesión que se repite… con variantes
Luciana se sentó sobre él, lo cabalgó con las manos en su pecho. Se movía con elegancia, con maestría, con locura. Joel acariciaba su cintura, besaba sus pechos, mordía su cuello. Después la tomó desde atrás, empujándola contra el espejo, donde ella veía su reflejo con las mejillas rojas y los ojos brillantes.
Cambiaron de posición una y otra vez: de lado, en cuatro, sentados frente a frente, de pie junto a la puerta. Se exploraron sin miedo, se devoraron sin prisa. El clímax llegó varias veces. Luciana se corrió dos, tres… Joel resistía, hasta que finalmente no pudo más. Con un gemido ronco, se vino dentro de ella, temblando, aferrado a su cintura.
🌙 El descanso… y la nueva postura
Se recostaron sobre los mats, aún desnudos, aún jadeando. El aire olía a sexo, incienso y deseo cumplido. Luciana le acariciaba el pecho. Joel le besaba el cuello.
—¿Sueles hacer esto con todos tus alumnos? —preguntó, bromeando.
—Solo con los que no se distraen —dijo ella, guiñándole un ojo.
El reloj marcaba la medianoche. Pero a ellos no les importaba. Aún quedaban muchas posturas por explorar. Y ya no necesitaban colchonetas. Solo deseo y cuerpos dispuestos.
Relato original para Lujuria Narrada. Prohibida su reproducción sin permiso.
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